En una celebración que fusionó tradiciones mexicanas y navarras, Natalia y Daniel intercambiaron votos tras solo catorce meses de relación. Este evento íntimo tuvo lugar en la histórica bodega Finca Pago de Arinzano, tras una ceremonia religiosa realizada en la Iglesia de Santiago, en Puente la Reina, un lugar cargado de significado para la familia de Natalia. A través de su atuendo elegante pero práctico, la novia reflejó su estilo personal, optando por un diseño sofisticado sin excesos y complementos versátiles que podrían ser usados más allá del día de su matrimonio.
La historia de amor entre Natalia y Daniel comenzó casi como en una película, con una serie de coincidencias durante el cumpleaños de una amiga común en Madrid. A pesar de provenir de diferentes orígenes —ella de Navarra y él de Monterrey, México—, conectaron rápidamente. Su decisión de casarse tan pronto fue motivada por una convicción clara sobre su futuro juntos. "Cuando sabes lo que quieres, todo se vuelve obvio", mencionó Natalia, destacando cómo cada detalle de su boda estuvo diseñado para representar su conexión única.
El vestido nupcial de Natalia fue una obra maestra sencilla pero impactante. Diseñado por Laura Monge, presentaba un corte lencero en satén de seda, con una espalda descubierta que aportaba modernidad al look. Para cumplir con las formalidades de la ceremonia religiosa, añadió una tela rústica semitransparente que funcionaba tanto como cola como capa, permitiéndole disfrutar cómodamente del banquete y los bailes posteriores al retirarla.
Otro punto destacado fueron sus icónicos zapatos slingback bicolor de Chanel. Natalia buscaba algo sofisticado pero también funcional, valorando la posibilidad de seguir usando estos calzados después del gran día. Inspirados en el diseño original de Gabrielle Chanel de 1957, estos zapatos no solo agregaron elegancia a su apariencia, sino que también simbolizaban la durabilidad y reutilización de prendas valiosas.
Como toque final, Natalia eligió joyas vintage con esmeraldas, creando un contraste vibrante con su vestido minimalista. Además, recibió un ramo excepcional elaborado por su amiga florista Loreto Aycuens, quien capturó perfectamente su visión floral.
La boda de Natalia y Daniel fue mucho más que una ceremonia; fue una declaración de amor hacia sus raíces culturales y su futura vida juntos. Con invitados que sintieron parte integral de su historia, este día quedará grabado en sus corazones como una experiencia inolvidable donde cada elemento estaba imbuido de significado personal y afecto compartido.