El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una medida que redefine el panorama industrial del sector automotriz. A través de un decreto emitido el 29 de abril, se establece un sistema de exenciones arancelarias con implicaciones profundas tanto para las empresas locales como internacionales. Aunque aparentemente este anuncio concede beneficios temporales a la industria automotriz norteamericana, en realidad marca un plazo de dos años para reducir la dependencia de componentes importados o enfrentar gravámenes significativos. Las marcas europeas y asiáticas, particularmente vulnerables debido a sus cadenas de suministro globales, deben ahora reevaluar estrategias clave relacionadas con producción, ensamblaje y distribución.
La política implementada por Trump introduce ajustes compensatorios que alivian temporalmente la carga fiscal sobre fabricantes que ensamblan vehículos dentro de Estados Unidos. Estos ajustes permiten descuentos arancelarios para partes importadas desde países fuera del T-MEC, como Alemania, Japón o Corea del Sur, durante un período transitorio. Sin embargo, esta medida no elimina los aranceles del 25% aplicables a ciertos productos; más bien ofrece un respiro limitado para que las empresas adapten sus operaciones. Por ejemplo, modelos como el Genesis GV70, producido en Alabama pero con un alto contenido regional coreano, enfrentaría restricciones si no reestructura su cadena de valor conforme a las nuevas reglas.
En detalle, las exenciones ofrecidas contemplan descuentos progresivos durante dos años. En el primer año, los fabricantes pueden descontar hasta un 3.75% del valor total de sus autos en concepto de aranceles, siempre que las partes gravadas representen solo el 15% del valor del vehículo. Este porcentaje disminuye al 10% en el segundo año, junto con un descuento máximo del 2.5%. Importante destacar que estas compensaciones son exclusivas de las tarifas impuestas bajo la Proclamación 10908 y no se acumulan con otros aranceles vigentes, como los del acero o aluminio.
México, principal proveedor de autopartes para Estados Unidos tras la entrada en vigor del T-MEC, enfrenta riesgos estructurales ante esta nueva dinámica. Aunque las partes provenientes de México y Canadá están exentas del arancel del 25% siempre que cumplan con las normas de origen del tratado, el mensaje subyacente es claro: fomentar inversiones directas dentro de Estados Unidos. Esto podría desplazar futuras expansiones industriales hacia territorio estadounidense, afectando el dinamismo de pequeñas y medianas empresas mexicanas vinculadas al sector.
Por último, cabe señalar que las empresas que opten por estos incentivos deberán cumplir con requisitos estrictos. Documentación detallada sobre proyecciones de ensamblaje, ubicación de plantas y certificaciones legales serán necesarias para acceder a los beneficios propuestos. El objetivo declarado por Trump es fortalecer la capacidad productiva nacional, incrementar empleos y concentrar beneficios económicos dentro del país. Con ello, la industria automotriz tiene un lapso crucial para adaptarse antes de que los aranceles vuelvan a su nivel completo.
Con esta iniciativa, el gobierno estadounidense busca transformar radicalmente la estructura global de la industria automotriz. Si bien las empresas tienen tiempo para ajustarse, la presión por internalizar cadenas de suministro y ensamblaje está clara. La verdadera pregunta radica en cómo estas organizaciones equilibrarán costos, eficiencias y competitividad en medio de un escenario cambiante.