Antes, Karla se dedicaba al mundo del arte en México. Sin embargo, se dio cuenta de que la cocina era lo que realmente le gustaba. Me encanta ver la cocina como una expresión artística, y experimentar con colores... Es muy linda la comida que sorprende. Cuando se cansó de la línea tan delgada entre la creatividad y la credibilidad en el arte contemporáneo, se rendió ante la cocina y todo ha salido bien.
Karla aprendió a cocinar en su casa, viendo a la gente cocinar. Su padre siempre estaba cocinando y hubo siempre muy buenas cocineras mexicanas que le hicieron comer muy caserito y colorido. Esto la marcó por completo y la llevó a dar clases de cocina en México. Luego, se mudó a Madrid por amor y comenzó a caminar atrevida en la dirección de sus sueños.
Quería mostrar su parte mexicana y curiosa en el libro. Al final, es un cachito de todo lo conocido y lo vivido. Marian Rojas Estapé participó en el prólogo porque es su psiquiatra y confidente. Ella es la que le ha ayudado a ponerle nombre a sus sentimientos y a navegar por el mundo de los platillos con emociones.
En la gastronomía española, le gusta la calidad de los productos, como los mariscos, el aceite de oliva, la carne y la lechuga. Sin embargo, extraña mucho los puestos de tacos de la calle de México. Cuando está triste, come como mucho para sentirse mejor.
Una buena anfitriona debe ser natural y sentir cómoda para que los demás se sientan cómodos también. Nunca debe faltar la comida en la casa y debe sobrar.
La Tasquita de Enfrente, de Juanjo, es el restaurante favorito de Karla en Madrid.
Esperaba que quien lo compre pudiera cocinar para la gente que ama y reunirla en la mesa para tener sobremesas de muchas horas. Veía la cocina como una unión entre amigos y familias.