Desde el inicio de la guerra comercial en 2018, China ha adoptado medidas estratégicas para mitigar su dependencia económica de Estados Unidos. La reducción del comercio bilateral y la relocalización de fábricas hacia países asiáticos como Vietnam o Camboya son parte de esta estrategia. A pesar de los recientes aranceles que afectan sectores clave como la electrónica y juguetes, Beijing explora nuevas oportunidades comerciales y fortalece su capacidad interna para enfrentar estos desafíos.
El impacto económico es evidente, con una caída significativa en las exportaciones chinas a EEUU. Sectores como la electrónica, calzado y juguetes enfrentan dificultades debido a los altos aranceles. Sin embargo, China utiliza herramientas como la depreciación del yuan y el rediseño de sus cadenas de suministro para minimizar los efectos adversos y mantener su competitividad global.
Ante la presión arancelaria, empresas chinas han comenzado a trasladar su producción a otros países de Asia, buscando mantener acceso al mercado estadounidense sin incurrir en altos costos adicionales. Este movimiento refleja una estrategia a largo plazo para diversificar riesgos geográficos y adaptarse a un entorno comercial cambiante.
Empresas manufactureras están ajustando sus operaciones de manera significativa. Por ejemplo, Fuling ha decidido abrir una planta en Indonesia para producir envases ecológicos destinados al mercado estadounidense. Este tipo de decisiones no solo reduce la exposición directa a los aranceles, sino que también permite explorar nuevos mercados regionales. Además, el sector juguetero está negociando condiciones contractuales más flexibles con minoristas estadounidenses, quienes ahora enfrentan la difícil tarea de absorber costos adicionales o buscar alternativas más económicas pero de menor calidad.
China ha implementado políticas monetarias específicas para contrarrestar el impacto negativo de la guerra comercial. Una de estas estrategias incluye la depreciación controlada del yuan, lo que permite hacer más competitivos los productos chinos en el mercado internacional frente a la presión arancelaria.
El banco central chino ha permitido que el yuan se deprecie gradualmente frente al dólar, una medida que busca equilibrar los efectos de los aranceles impuestos por Estados Unidos. Según expertos de Goldman Sachs, esta depreciación ordenada podría ser tolerada por Pekín como parte de su arsenal económico. Asimismo, el gobierno chino cuenta con herramientas macroeconómicas sólidas para manejar crisis externas gracias al control estatal sobre aspectos clave de la economía. Esto le da margen para realizar ajustes necesarios y proteger industrias estratégicas mientras continúa buscando soluciones diplomáticas y comerciales sostenibles.