En un mundo cada vez más interconectado, la relación entre los padres y sus hijos enfrenta nuevos desafíos debido al uso excesivo de dispositivos móviles. Un estudio realizado por estudiantes de Psicología Social en Argentina reveló que el 90% de los padres utiliza su celular mientras está con sus hijos, lo que genera una desconexión emocional significativa. Esta tendencia no solo afecta la autoestima infantil, sino que también puede influir negativamente en el desarrollo emocional de los niños.
En un ambiente donde las pantallas se han vuelto omnipresentes, investigaciones muestran que casi la mitad de los padres dedica más de tres horas diarias a sus dispositivos móviles, incluso durante actividades familiares como las comidas. En particular, el 57% de estos adultos prioriza el uso de redes sociales sobre interactuar con sus hijos. Según Mariana Savid Saravia, psicopedagoga especializada en desarrollo infantil, esta constante distracción envía un mensaje claro a los niños: "el celular es más importante que tú". Este comportamiento puede generar sentimientos de soledad y abandono en los pequeños, quienes requieren atención plena para desarrollar vínculos saludables durante etapas clave de crecimiento.
En edades fundamentales como entre los 6 y 12 años, los niños necesitan sentirse valorados y escuchados. Sin embargo, cuando observan que sus padres están siempre conectados a las pantallas, tienden a imitar este comportamiento, buscando refugio en el mundo digital. Este ciclo puede llevar a la formación de relaciones artificiales o incluso a preferir la compañía de inteligencias artificiales antes que la de sus propias familias.
Desde una perspectiva práctica, expertos recomiendan integrar la tecnología de manera consciente. Establecer momentos libres de pantallas, fomentar actividades grupales y practicar pausas digitales regulares son estrategias efectivas para fortalecer los lazos familiares.
Desde un punto de vista periodístico, este fenómeno nos invita a reflexionar sobre cómo equilibrar la conveniencia tecnológica con la necesidad humana de conexión genuina. La solución no radica en rechazar la tecnología, sino en aprender a usarla de manera que enriquezca nuestras vidas sin comprometer nuestros valores familiares. Al hacerlo, podemos construir un entorno donde tanto padres como hijos encuentren satisfacción emocional y bienestar social.