Un restaurante pequeño en Hondarribia ha logrado fama internacional gracias a su sopa de pescado, la cual fue aclamada como la mejor del mundo por una revista japonesa hace más de 13 años. Este reconocimiento llevó a visitantes de Japón y otros países a buscar esta receta única. Ahora, la familia detrás de este éxito ha comenzado a comercializarla fuera del restaurante, manteniendo los ingredientes tradicionales y sin añadir conservantes.
Hace más de una década, Iñaki Bergés y su esposa Maite Martínez descubrieron que su sopa de pescado había sido destacada en una revista japonesa como la mejor del mundo. Esta noticia provocó un aumento significativo de turistas japoneses que llegaban al restaurante para probar este plato icónico. Desde entonces, la fama de la sopa ha crecido exponencialmente, atrayendo a comensales de todo el mundo.
La historia de cómo una simple receta se convirtió en un fenómeno global es fascinante. En un principio, Iñaki no comprendía por qué tantos clientes extranjeros solicitaban específicamente su sopa. Fue solo después de recibir ayuda de una vecina bilingüe que entendió que su creación había sido ensalzada en publicaciones internacionales. La repercusión fue tal que incluso recibieron invitaciones para cocinar en festivales en Japón, consolidando aún más su reputación como creadores de una de las sopas más apreciadas del planeta.
Con la intención de llevar su legado culinario más allá de las paredes del restaurante, Iñaki y su equipo han iniciado la venta de la sopa embotellada. Este proyecto, desarrollado con la empresa Itsasoko, asegura que la receta original permanezca intacta durante el proceso de industrialización. Los frascos ya están disponibles en tiendas especializadas y pronto serán exportados a diversos países, incluyendo Japón, Corea y Estados Unidos.
Este paso hacia la comercialización masiva no ha sido fácil. Requiere mantener la autenticidad del producto mientras se adapta a las demandas industriales. Victor Martín, director comercial de Itsasoko, explica que el secreto radica en trabajar manualmente para preservar la integridad de los ingredientes, especialmente la merluza, evitando cualquier aditivo artificial. Durante casi ocho meses, Iñaki supervisó cada detalle del proceso, garantizando que la calidad final fuera equivalente a lo servido en su establecimiento. Con una vida útil de dos años, esta nueva versión de la sopa permite ahora que amantes de la cocina tradicional disfruten de su sabor genuino en sus propios hogares.