La industria europea enfrenta un desafío sin precedentes debido a la creciente disparidad en los costos energéticos frente a Estados Unidos y China. Desde fábricas españolas hasta acerías alemanas, las empresas están luchando contra tarifas eléctricas que oscilan entre dos y cinco veces más altas que las de sus competidores globales. Este panorama ha llevado a numerosas compañías a considerar traslados o reducciones en su producción local. La situación se agrava en un contexto de guerra comercial, donde la factura energética actúa como un arancel invisible que debilita aún más la posición de Europa en el escenario mundial.
En Galicia, la planta de Alcoa permaneció inactiva durante dos años debido al aumento de los precios de la electricidad. Mientras tanto, Aldel, en Países Bajos, suspendió gran parte de sus operaciones por razones similares. Estos casos ejemplifican cómo las políticas energéticas pueden afectar directamente la viabilidad industrial. Según datos de 2024, las empresas electrointensivas de la Unión Europea pagaban un 65% más por la energía eléctrica que en 2019, cifra que duplicaba los costos estadounidenses y superaba en un 50% a los chinos. Este fenómeno ha generado preocupación no solo en Bruselas, sino también en los principales actores económicos del continente.
Desde Amurrio, en el País Vasco, Tubos Reunidos enfrenta esta realidad cotidianamente. Su director corporativo, Antón Pipaón, destaca cómo las siderúrgicas españolas pagan un 50% más por la electricidad que sus homólogas francesas, beneficiadas por tarifas subsidiadas gracias a la energía nuclear. En contraste, su planta en Texas disfruta de una factura energética cuatro veces menor. Por otro lado, Solutex, con sede en Zaragoza, compite globalmente mientras soporta costos energéticos tres veces superiores a los de sus rivales internacionales.
El presidente de la Alianza por la Competitividad de la Industria Española, Carlos Reinoso, advierte sobre el impacto combinado de la brecha estructural en los precios, la alta carga fiscal europea y la volatilidad del mercado. Esta combinación desincentiva nuevas inversiones e incluso pone en riesgo las existentes. Alemania ilustra este problema con Georgsmarienhütte, cuyos trabajadores ajustan sus horarios para aprovechar tarifas nocturnas más bajas. Encuestas recientes muestran que casi el 40% de las empresas germanas evalúan reubicar sus operaciones debido a estos costos prohibitivos.
Los expertos coinciden en que Europa necesita reinventarse estratégicamente. Jorge Fernández, de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, señala que la autonomía energética basada en renovables es clave, aunque reconoce que implica mayores costos a corto plazo. Sin embargo, Gonzalo Escribano, del Real Instituto Elcano, enfatiza que abandonar la descarbonización sería catastrófico. Propone aprovechar las ventajas locales, como la energía solar en España y la nuclear en Francia, para fortalecer la competitividad europea.
Conscientes de este dilema, gobiernos y partidos políticos debaten medidas urgentes. Las conversaciones incluyen tanto ayudas directas como reformas estructurales que aborden raíces profundas del problema. Para las empresas industriales, la prioridad es clara: equilibrar apoyo financiero con acciones sostenibles que permitan competir en un mundo cada vez más proteccionista. El futuro de la industria europea dependerá de cómo navegue este laberinto energético global.