La actividad física regular no solo mejora nuestra condición física actual, sino que también tiene el potencial de influir en la salud de las futuras generaciones. Raquel Marín, destacada neurocientífica, nos ilumina sobre cómo el ejercicio puede activar ciertos genes y desactivar otros, modificando así la expresión genética sin alterar el ADN en sí. Este fenómeno, conocido como herencia epigenética, puede resultar en una descendencia con cerebros más ágiles y una predisposición natural hacia la actividad física y habilidades cognitivas superiores.
Además, aquellos que no han heredado directamente estos beneficios de padres activos tienen la oportunidad de adquirirlos y transmitirlos a través de la práctica deportiva constante. Este es un mensaje de esperanza y motivación para todos aquellos que buscan mejorar su bienestar y el de sus hijos.
El baloncesto no solo es un juego, sino también un vehículo de valores y tradiciones familiares. En la ciudad de Valencia, hogar de uno de los clubes más exitosos de Europa, encontramos ejemplos vivos de cómo este deporte ha moldeado la vida de varias generaciones. Lucía Rivas, cuyos padres también fueron baloncestistas, ha crecido en un ambiente donde el baloncesto es sinónimo de hogar y comunidad. Su historia, junto con la de Edurne Estívalis, cuya pasión por el baloncesto fue fomentada por sus padres a pesar de los desafíos físicos, son testimonios del impacto positivo que tiene el deporte en la vida familiar y personal.
Estas narrativas personales no solo destacan la importancia del legado deportivo, sino que también subrayan cómo el apoyo y la pasión pueden superar cualquier obstáculo, creando atletas dedicadas y resilientes.
El deporte es un campo fértil para el desarrollo de habilidades vitales más allá de la aptitud física. La gestión emocional, por ejemplo, es una destreza crucial que se perfecciona en el calor de la competición. Raquel Marín resalta cómo las emociones consumen una gran parte de la energía cerebral y cómo el deporte puede ser un entrenamiento efectivo para la mente. Las jóvenes deportistas, como las jugadoras de baloncesto, se benefician de esta práctica al enfrentar situaciones de presión, lo que a su vez mejora su capacidad para manejar el estrés y las emociones en otros ámbitos de la vida.
Además, el deporte fomenta la cohesión social y el aprendizaje colaborativo, habilidades que son transferibles a cualquier entorno y que preparan a las jóvenes para enfrentar los desafíos de la vida con confianza y competencia.
El Valencia Basket se ha convertido en un faro de excelencia y un modelo a seguir en el ámbito del baloncesto femenino. Su compromiso con la formación y el desarrollo integral de sus jugadoras es evidente en su infraestructura y en el apoyo que brindan a las atletas para equilibrar el deporte con la educación. Lucía Rivas, por ejemplo, destaca la proximidad entre el pabellón y el instituto, así como los recursos disponibles como psicólogos deportivos y coordinadores académicos, que hacen posible que la dedicación al baloncesto sea un esfuerzo gratificante y no un sacrificio.
Este enfoque holístico no solo está produciendo campeonas en la cancha, sino también líderes y modelos a seguir fuera de ella, demostrando que el deporte puede ser un catalizador para el éxito en todas las áreas de la vida.
Conscientes de la tendencia al abandono del deporte en edades tempranas, especialmente entre las niñas, Endesa ha lanzado los premios Basket Girlz. Estos premios buscan incentivar proyectos que promuevan el baloncesto femenino y sus valores en las etapas formativas. La iniciativa ofrece un estímulo económico significativo para apoyar ideas innovadoras que aborden esta problemática y fomenten la continuidad de las jóvenes en el deporte.
Este tipo de esfuerzos reflejan un reconocimiento de la importancia del deporte en el desarrollo juvenil y un compromiso con la creación de oportunidades para que las futuras generaciones puedan disfrutar y beneficiarse de todo lo que el baloncesto tiene para ofrecer.