La Universidad Jaime I de Castellón, a través de su Grupo de Economía Experimental y Computacional, ha emprendido una investigación pionera para desentrañar las complejidades de la convivencia entre generaciones. Con la colaboración de expertos como María José Gil-Moltó y Arne Risa Hole, se ha puesto de manifiesto que la cohabitación de padres de mediana edad con hijos adultos superiores a los 30 años puede tener consecuencias desfavorables, especialmente para las madres.
El análisis detallado de los datos recogidos por la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España ha sido el punto de partida para esta indagación. Los resultados han sido reveladores, mostrando que la calidad de vida de las madres se ve comprometida en estas circunstancias, lo que sugiere la necesidad de un replanteamiento de las dinámicas familiares actuales.
El bienestar materno se ve afectado de manera significativa cuando los hijos adultos continúan residiendo en el hogar familiar. El estudio publicado en Social Science & Medicine indica que esta situación repercute negativamente en la satisfacción vital de las madres, particularmente cuando los hijos son varones. La investigación ha puesto de relieve que, mientras los padres no experimentan un cambio notable en su bienestar, las madres sí enfrentan una disminución en su calidad de vida.
Estos hallazgos son cruciales para comprender las dinámicas familiares en España y cómo la prolongación de la convivencia intergeneracional puede estar afectando de manera desproporcionada a las mujeres en el núcleo familiar.
La disparidad en el impacto emocional y psicológico que tiene la convivencia con hijos adultos en los padres frente a las madres es uno de los aspectos más llamativos del estudio. Mientras que los padres parecen navegar esta situación sin mayores contratiempos, las madres reportan una merma en su bienestar emocional, lo que plantea preguntas sobre el rol de género y las expectativas sociales en el ámbito del cuidado y la responsabilidad familiar.
Este fenómeno no solo es relevante para la comunidad académica, sino que también tiene implicaciones para los responsables de formular políticas públicas, quienes deben considerar estas diferencias de género al diseñar estrategias de apoyo para las familias.
Los investigadores María José Gil-Moltó y Arne Risa Hole han subrayado la importancia de considerar las consecuencias sociales y económicas de la convivencia intergeneracional prolongada. El estudio sugiere que la situación actual podría ser un incentivo adicional para desarrollar políticas que promuevan la independencia de los jóvenes y, por ende, mejoren la calidad de vida de sus progenitores.
Además, los expertos proponen que se investigue el impacto que tiene en los hijos adultos la imposibilidad de emanciparse, un tema que podría ofrecer una perspectiva más amplia sobre las dinámicas familiares y las necesidades de intervención social y económica.