Al observar a mi hijo y su hijita, pude ver cómo tenían un plan bien armado. Para el tránsito, cruzaban las calles con cuidado, sabían "ir por la orilla" y sabían descansar si era necesario. También se tomaban tiempo para charlar mientras pedaleaban a la siesta, creando un recuerdo inolvidable.
Esto me hizo reflexionar sobre cómo a menudo los adultos limitamos los sueños de los niños con nuestros temores y excusas. Pero estos dos mostraron que es posible dejar que la imaginación guíe y que la aventura sea la clave.
Aprendí que debemos permitirnos ser contagiosos por el entusiasmo de los niños. Dejar que nos inviten a soñar su propia aventura y a ejercer ese derecho maravilloso de escribir una historia inolvidable en el corazón de quienes confían en nosotros.
Es importante que no nos impongamos nuestras limitaciones a los niños, sino que les demos la oportunidad de explorar y creer en sí mismos. Esta aventura fue un claro ejemplo de cómo el coraje y la confianza pueden llevar a experiencias maravillosas.
Vi cómo los temores de "los abuelos" podían limitar los sueños de los hijos y nietos. Pero mi hijo y su hijita demostraron que con la coraje y la creatividad, se pueden superar esas barreras.
Debemos aprender de ellos y dejar que los niños sigan explorando el mundo a su manera. No debemos ser los que nos detengamos o les digamos que no puede hacer algo. Deberíamos ser los que los apoyen y les den la libertad de soñar.