El papel de la familia en la misión de la Iglesia es un tema que requiere una nueva perspectiva. Gabriella Gambino, una destacada experta en bioética y madre de cinco hijos, reflexiona sobre los desafíos actuales y propone un cambio en la forma en que la Iglesia aborda este tema. Según su visión, la familia no debe ser vista solo como un grupo de individuos a evangelizar, sino como un sujeto eclesial integral.
Un aspecto crucial de esta transformación es el reconocimiento de las diferentes realidades familiares. Por un lado, están las familias que viven en situaciones consideradas "irregulares" desde el punto de vista sacramental. Estas familias necesitan un acompañamiento gradual que les permita acercarse a la fe sin sentirse excluidas. Por otro lado, existen aquellas familias que enfrentan dificultades psicológicas y emocionales, donde el apoyo espiritual juega un papel fundamental para mantener la unidad y fortaleza del núcleo familiar. Finalmente, hay familias cristianas que requieren orientación moral y espiritual para enfrentar los desafíos de la sociedad secularizada.
La transmisión de la fe dentro de la familia es un elemento clave para la continuidad de la tradición cristiana. En un mundo donde la secularización avanza rápidamente, la presencia activa de la fe en el hogar se ha debilitado. Sin embargo, cuando la fe se convierte en un pilar educativo central, los testimonios de los padres pueden influir profundamente en sus hijos. Es esencial que los padres vivan plenamente su fe en la práctica diaria, mostrando a través de acciones más que palabras el significado de la vida con Cristo. La Iglesia tiene el deber de ofrecer programas educativos que ayuden a las familias a formar una afectividad y sexualidad saludables, preparándolos para los desafíos contemporáneos.
En última instancia, la familia es el primer lugar donde se forja la relación con Dios y se descubre la vocación personal. Al cambiar la mirada sobre las familias, la Iglesia puede fortalecer su misión evangélica y promover una verdadera reevangelización que beneficie tanto a las familias como a toda la comunidad cristiana. Este enfoque renovado no solo revitaliza la fe en el seno familiar, sino que también abre camino para nuevas vocaciones y un mayor compromiso con la misión de Cristo en el mundo.