
El enfrentamiento por el tercer puesto en la Euroliga evidenció las dificultades físicas y emocionales del equipo de Valencia. Tras su ajustada eliminación frente a Mersin Çukurova, las jugadoras mostraron signos claros de agotamiento. En especial, el último cuarto reflejó un declive alarmante en la capacidad ofensiva, con apenas seis puntos anotados, destacando la falta de energía que afectó a todo el conjunto.
El inicio del partido contra Fenerbahçe reveló una lucha titánica entre dos equipos mentalmente desgastados. Las primeras jugadas carecieron de dinamismo, y los errores se hicieron recurrentes ante defensas poco agresivas. Sin embargo, tras la entrada de Raquel Carrera, el Valencia logró revitalizarse brevemente. Con contribuciones clave de Leo Fiebich e Iagupova, el equipo consiguió tomar ventaja en el marcador durante la primera mitad. Estos momentos demostraron que, incluso bajo presión, ciertos jugadores pueden brillar y ofrecer destellos de esperanza.
El esfuerzo realizado no fue suficiente para contrarrestar la experiencia de Meesseman y Charles en el segundo tiempo. A medida que avanzaba el juego, la fatiga física comenzó a jugar en contra de Valencia, permitiendo a Fenerbahçe dominar el último cuarto con un parcial decisivo. A pesar de terminar en la cuarta posición, este torneo dejó lecciones valiosas sobre la importancia de mantener la resistencia mental y física en competiciones de alto nivel. Este reto sirve como motivación para futuros compromisos, donde la recuperación y adaptación serán fundamentales.
