Eadweard Muybridge, un pionero en la fotografía y el cine, dejó una huella indeleble en la historia de la tecnología visual. Su vida, llena de giros inesperados, lo llevó desde las calles de Londres hasta los vastos paisajes de América. En su juventud, prometió a su madre que se convertiría en alguien importante o no volvería a saber de él. Cumpliendo esa promesa, Muybridge revolucionó la forma en que vemos el movimiento, anticipándose siglos con sus innovaciones. Sin embargo, su legado quedó en el olvido, eclipsado por figuras más conocidas.
Muybridge partió rumbo a Estados Unidos en busca de una nueva vida. Tras trabajar en la venta de libros, descubrió la fotografía, una pasión que cambió su destino. Un accidente grave durante su viaje de regreso a Nueva York marcó un antes y un después en su carácter y trayectoria profesional. Al recuperarse, decidió dedicarse completamente a la fotografía, especializándose en paisajes naturales y retratos. Su encuentro con Leland Stanford, un magnate de California, fue el catalizador para sus experimentos sobre el movimiento animal.
Stanford le encargó probar si los caballos levantan todos los cascos del suelo al galopar. Después de meses de ensayos, Muybridge logró capturar imágenes que demostraron la teoría de Stanford. Este logro no solo ganó la apuesta, sino que sentó las bases para futuras tecnologías cinematográficas. El inventor perfeccionó su técnica con múltiples cámaras sincronizadas, creando secuencias de movimiento que anticipaban los gifs modernos. Además, desarrolló el zoopraxiscopio, un dispositivo que proyectaba imágenes en movimiento, precursor del cine.
Muybridge no solo fue un innovador técnico, sino también un personaje complejo. Su vida personal estuvo llena de drama, incluyendo un escándalo matrimonial que culminó en un asesinato. Tras ser absuelto por un jurado comprensivo, continuó su trabajo en la fotografía y la ciencia. Sus contribuciones fueron reconocidas en revistas científicas y patentes internacionales. Sin embargo, su nombre cayó en el olvido, mientras otros pioneros como los hermanos Lumière se hicieron famosos.
A pesar de su éxito profesional, Muybridge nunca encontró el reconocimiento que buscaba en su país natal. Cuando regresó a Inglaterra, su madre ya había fallecido. Su vida terminó siendo un reflejo de su obra: una serie de instantes capturados, llenos de significado pero efímeros. Hoy, gracias a autores como Guy Delisle, su historia vuelve a la luz, recordándonos que incluso en los momentos más breves puede haber grandeza. Delisle, a través de su novela gráfica, rescata a Muybridge del olvido, mostrando cómo su trabajo sigue influyendo en la tecnología actual, desde los teléfonos móviles hasta las películas de acción.