En un mundo donde las tendencias culturales suelen reflejar movimientos sociales más amplios, una corriente conservadora está ganando terreno tanto en el ámbito de la moda como en los medios. Desde revistas que rechazan explícitamente el feminismo hasta marcas de ropa que abandonan su apoyo a la diversidad para adoptar estéticas más tradicionales, este fenómeno ha generado debates intensos sobre sus implicaciones. La directora de Evie, Brittany Hugoboom, encarna esta ola al criticar el feminismo moderno, señalando que promueve el odio y desestima los roles familiares tradicionales. Mientras tanto, Pretty Little Thing, conocida por su inclusión de modelos curvy y multiculturales, ha realizado un cambio radical hacia una imagen más recatada y homogénea. Este artículo analiza cómo estas transformaciones no solo afectan la industria creativa, sino también la percepción pública sobre la feminidad y el empoderamiento.
En un contexto marcado por la polarización ideológica, diversas plataformas han comenzado a promover valores conservadores. En el corazón de esta discusión se encuentra Brittany Hugoboom, quien junto a su esposo Gabriel fundó Evie, una revista autoproclamada como "La Cosmopolitan conservadora". Según Brittany, el feminismo actual es responsable de aumentar la ansiedad y la insatisfacción entre las mujeres, ya que las empuja a competir con los hombres en el lugar de trabajo en lugar de abrazar roles más tradicionales. Paralelamente, en el mundo de la moda, Pretty Little Thing ha dejado atrás su compromiso con la representación diversa para adoptar diseños más modestos y modelos predominantemente blancas y esbeltas. Estos cambios parecen responder a una creciente demanda por estéticas "limpias" y estilos de vida que idealizan la perfección doméstica.
Este fenómeno no es exclusivo de una sola industria. En la era digital, plataformas como TikTok y YouTube están llenándose de contenido creado por las llamadas "tradwives", mujeres que promueven una vida centrada en las tareas del hogar y la belleza natural. Aunque algunos encuentran inspiración en estas narrativas, otros argumentan que su performatividad puede ser dañina, generando inseguridades y presiones adicionales en aquellas que no pueden replicar estos ideales debido a limitaciones económicas o personales.
Como periodista interesado en la intersección entre cultura y política, no puedo evitar preguntarme si este resurgimiento conservador representa un retroceso en las luchas por la igualdad de género. Es cierto que cada mujer tiene derecho a elegir su propio camino, pero cuando estas elecciones son presentadas como universales o superiores, corre el riesgo de alienar a quienes no comparten dichas preferencias. Además, es importante destacar que muchas de las personas que promueven estos estilos de vida disfrutan de privilegios significativos que no están disponibles para todas. En un mundo donde la flexibilidad y la inclusión deberían ser prioridades, vale la pena reflexionar sobre cómo podemos celebrar la diversidad sin caer en juicios morales implícitos. Tal vez, en lugar de buscar respuestas fáciles, debamos enfocarnos en crear espacios donde todas las experiencias femeninas sean validadas y valoradas.