El papa Francisco, conocido por su humildad y sencillez, ha llevado estas virtudes incluso a su manera de relacionarse con la comida. Su conexión con los alimentos va mucho más allá del placer culinario; es una expresión de comunión, un vehículo para transmitir valores humanos y un acto de justicia social. Desde sus orígenes en una familia italo-argentina hasta su papel como líder religioso global, el pontífice ha utilizado la cocina como un lenguaje universal que une personas, culturas y tradiciones.
Desde su infancia en Buenos Aires, donde aprendió a valorar cada bocado gracias a las enseñanzas de su madre, hasta su etapa como arzobispo enfrentando crisis económicas, el papa siempre ha mantenido una ética alimentaria sólida. Hoy, como líder espiritual, sigue optando por una dieta simple y saludable, rechazando el desperdicio y promoviendo prácticas sostenibles. Su libro "En la mesa con Francisco" explora esta faceta menos conocida de su vida, combinando anécdotas personales con recetas que han marcado su camino.
Creciendo en una familia de origen italiano, Jorge Mario Bergoglio desarrolló desde joven una profunda apreciación por la comida. Sus abuelos poseían un café-restaurante llamado Nocciola, famoso por su bizcocho de avellanas sin harina, lo que influyó directamente en su gusto por la cocina casera. Durante su juventud, no solo cocinaba en casa, sino que también estudió química de los alimentos, mostrando un interés científico por este arte. Posteriormente, como arzobispo, utilizó su posición para denunciar las injusticias sociales derivadas del hambre durante momentos críticos como la crisis del Corralito.
Como pontífice, Francisco mantiene una dieta austera pero equilibrada. Prefiere platillos simples que pueden prepararse con ingredientes básicos, demostrando que no es necesario recurrir a la alta cocina para disfrutar de una buena comida. En su encíclica Laudato si’, extendió su visión ética hacia la necesidad de proteger la biodiversidad y garantizar una distribución justa de los recursos alimentarios a nivel mundial.
Su visita a México en 2016 fue otra oportunidad para mostrar su aprecio por los sabores locales e internacionales. El chef Joe Ibarra, encargado de diseñar menús específicos para él, destacó cómo se adaptaron platos mexicanos, italianos y argentinos para cumplir con restricciones dietéticas sin sacrificar el sabor. Desde desayunos ligeros hasta almuerzos compuestos principalmente por arroz al vapor y pastas frescas, cada elección reflejaba tanto su respeto por la cultura local como su estilo de vida sencillo.
Finalmente, la obra escrita por Roberto Alborghetti no solo narra historias sobre el papa, sino que invita a los lectores a experimentar su mundo a través de recetas significativas. Desde el risotto a la piamontesa hasta el matambre de pollo, cada plato cuenta una historia única que conecta al lector con los valores que guían la vida de este líder espiritual.
A través de su relación con la comida, el papa Francisco nos recuerda que comer no es solo una necesidad física, sino una oportunidad para fortalecer nuestras conexiones humanas y trabajar hacia un mundo más justo y solidario. Su ejemplo sirve como inspiración para todos aquellos que buscan vivir con autenticidad y propósito.