En el ámbito deportivo, es común encontrar historias de hijos que siguen los pasos de sus padres hacia la élite. En el fútbol español contemporáneo, destacan casos como los de Simeone y Ancelotti, quienes comparten cancha o banquillo con sus vástagos. La familia Llona también brilla bajo este contexto, donde Raúl, entrenador de la Cultural, ve cómo su hijo Alejandro emprende un camino similar en el mundo del entrenamiento juvenil.
Alejandro, a pesar de su juventud, ha demostrado una clara vocación por el fútbol desde temprana edad. Su trayectoria comienza con la obtención de su licencia de entrenador a los 16 años, guiándose por las enseñanzas de su padre mientras forja su propio estilo. Aunque esta herencia familiar trae consigo desafíos únicos, como la gestión de críticas y expectativas, tanto Raúl como Alejandro enfatizan la importancia de aprender a través de los errores y formarse continuamente.
Desde niño, Alejandro mostró interés en el fútbol, aunque pronto comprendió que su futuro no estaría en las canchas como jugador profesional. Este reconocimiento lo llevó a explorar otras facetas del deporte, encontrando en la dirección técnica una oportunidad ideal para canalizar su pasión. Con el apoyo de su progenitor, comenzó su andadura en la capacitación de jóvenes futbolistas, consolidando así una base sólida para su desarrollo profesional.
El proceso de transición de jugador a entrenador no es sencillo ni directo. Muchos factores influyen en esta metamorfosis, entre ellos la necesidad de adquirir experiencia práctica y teórica. Según Raúl, este viaje exige paciencia y dedicación: "No se puede pretender escalar rápidamente sin antes dominar cada etapa". Para Alejandro, esto significa empezar con categorías inferiores y avanzar progresivamente hacia niveles más altos. En su caso, actualmente dirige al equipo infantil A de la Cultural, donde enfrenta retos propios de su posición, como la administración emocional del grupo y la interacción con distintos entornos relacionados con el deporte.
En el proceso formativo de un joven entrenador, es crucial contar con referentes y experiencias que guíen su desarrollo. Alejandro encuentra en su padre una figura central, pero también busca inspiración en otros grandes entrenadores como Guardiola. Sin embargo, reconoce que la influencia directa de Raúl le permite observar de cerca cómo se gestiona un equipo en competiciones de alto nivel.
El aprendizaje mutuo entre padre e hijo resulta invaluable. Mientras Alejandro solicita consejos específicos sobre aspectos tácticos y emocionales, Raúl actúa como mentor, ofreciendo orientaciones que promuevan el pensamiento independiente. "Prefiero hacerle reflexionar antes que darle soluciones inmediatas", explica Raúl. Además, ambos coinciden en la importancia de manejar críticas constructivas y superar presiones externas. Esta dinámica familiar fortalece la relación profesional y personal entre ellos, permitiéndoles crecer juntos en un ambiente competitivo. Finalmente, la clave reside en equilibrar la herencia recibida con la construcción de una identidad propia dentro del universo futbolístico.