El informe presentado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reveló que el comercio de productos falsificados ha escalado hasta alcanzar los 467.000 millones de dólares en todo el mundo durante 2021. Este volumen representa nada menos que un 2,3% del total del comercio mundial. Entre todos los sectores afectados, la moda sobresale como el epicentro de esta crisis, representando aproximadamente un 62% de todas las transacciones de productos falsificados interceptadas en fronteras globales.
Esta cifra no incluye las transacciones que escapan a los controles aduaneros ni aquellas que tienen lugar dentro de plataformas digitales no reguladas. Expertos advierten que estas cifras podrían ser incluso mayores si se consideran los productos que logran ingresar sin ser detectados, lo que pone de manifiesto la urgente necesidad de fortalecer medidas regulatorias en este ámbito.
Dentro del universo de la moda falsificada, prendas de vestir y calzado lideran la lista con una participación impresionante. Estadísticas indican que las prendas de vestir ocupan un 21,6% del total de artículos falsificados comercializados, mientras que el calzado se posiciona muy cerca, con un 21,4%. En términos monetarios, el calzado genera un impacto aún mayor, capturando un 17% del valor total de estos intercambios ilegales.
Por otro lado, los relojes ostentan el primer lugar en cuanto a valor, representando un 25% del comercio de productos falsificados. Esto evidencia cómo los consumidores buscan opciones económicas para acceder a bienes de lujo, abriendo paso a una industria paralela que explota tanto marcas reconocidas como aspiraciones de estatus social. Esta dinámica refleja una creciente demanda por productos que aparentan calidad pero carecen de autenticidad.
Los datos analizados muestran una distribución geográfica diversa en cuanto al origen de estos productos falsificados. China y Hong Kong emergen como principales productores de prendas de vestir falsificadas, aunque México y Colombia también han incrementado su participación en este tipo de producción en años recientes. En el caso del calzado, China nuevamente ocupa el primer lugar, consolidándose como un hub clave para este tipo de manufacturas.
Sin embargo, cuando se trata de artículos relacionados con cosméticos, Turquía se convierte en el principal punto de origen. Esta diversificación en los puntos de fabricación demuestra cómo las redes de falsificación han logrado adaptarse rápidamente a diferentes mercados y demandas locales e internacionales. Además, subraya la importancia de implementar estrategias globales que combinen esfuerzos entre países afectados para combatir este fenómeno.
El impacto de este comercio ilegal trasciende las pérdidas económicas directas para empresas legítimas. Las falsificaciones no solo comprometen la reputación de marcas establecidas, sino que también afectan negativamente a trabajadores formales dentro de la cadena de producción textil y de calzado. Al competir con productos genuinos, estos artículos reducen márgenes de ganancia y pueden llevar incluso a despidos masivos en fábricas autorizadas.
Además, desde una perspectiva social, el consumo de productos falsificados puede generar riesgos importantes para la salud pública. Muchos de estos artículos utilizan materiales de baja calidad o incluso tóxicos, exponiendo a los usuarios a posibles daños a largo plazo. Este problema es particularmente preocupante en categorías como cosméticos y accesorios personales, donde la exposición prolongada puede tener consecuencias graves.