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Un misterioso accidente lleva a un joven estudiante al hospital, desencadenando una serie de eventos que exploran las profundidades del acoso escolar. La historia se centra en Capi, un niño de 12 años que experimenta estrés postraumático después de un incidente que nadie parece querer explicar. En este entorno, el relato utiliza elementos fantásticos para ilustrar los temores internos del protagonista y su lucha por encontrar una salida. El dragón, un símbolo onírico, representa los verdaderos monstruos que acechan en el mundo real: el bullying y sus consecuencias devastadoras.

La narrativa aborda directamente el problema del acoso escolar, un fenómeno que afecta a uno de cada tres estudiantes según UNICEF. A través de escenas impactantes y diálogos reveladores, la serie muestra cómo la violencia sistemática entre compañeros puede dejar cicatrices duraderas en la vida adulta. Los espectadores son testigos de la indiferencia de los administradores escolares, la complicidad silenciosa de algunos estudiantes y la vulnerabilidad de aquellos que se convierten en víctimas. Este drama no solo retrata las heridas físicas, sino también las psicológicas, que a menudo son más difíciles de sanar. La serie logra transmitir un mensaje poderoso sobre la importancia de la empatía y la acción proactiva en la prevención del acoso escolar.

En última instancia, esta producción destaca por su valentía al abordar un tema tan relevante y a veces subestimado. Más allá de ser una simple obra de ficción, esta serie invita a reflexionar sobre las dinámicas de poder en las escuelas y cómo estas pueden ser perjudiciales para el desarrollo emocional de los jóvenes. Aunque no es un producto revolucionario en términos visuales o conceptuales, su fortaleza radica en su capacidad para generar conciencia y promover el diálogo entre padres e hijos. Al final, lo que queda es un llamado a la acción para crear entornos escolares más seguros y solidarios, donde cada voz sea escuchada y cada niño pueda crecer sin temor.