



La etapa de Roger Grimau al frente del Dinamo de Bucarest ha llegado a su fin tras apenas cinco meses. Aunque llegó con la esperanza de revitalizar al histórico club rumano, el balance deportivo no fue el deseado. En sus 18 encuentros dirigidos en la liga local, acumuló un registro de seis triunfos y doce derrotas, dejando al equipo en una incómoda posición decimosegunda en la tabla clasificatoria. Este desempeño impidió que el Dinamo aspirara a los playoffs, cerrando así definitivamente cualquier posibilidad de competir por el título nacional esta temporada. Además, las dificultades se extendieron más allá de las fronteras nacionales.
En el ámbito internacional, el Dinamo también enfrentó obstáculos significativos. Participando en la European North Basketball League, el conjunto rumano quedó eliminado en la primera fase, marcada por un rendimiento irregular. Bajo la tutela de Grimau, lograron dos victorias clave ante equipos nórdicos, pero no fueron suficientes para avanzar en la competición. Esta salida prematura contribuyó a la decisión final entre el entrenador catalán y la directiva del club. Ahora, Bogdan Starncuit asumirá temporalmente el control hasta el término de la temporada, mientras el Dinamo reflexiona sobre su futuro.
A pesar de los resultados adversos, Ionua Popa, presidente del club, resalta aspectos positivos fuera de la cancha. Según él, la presencia de Grimau elevó la visibilidad del equipo, generando interés en potenciales patrocinadores y colaboraciones comerciales. Sin embargo, reconoce que el nivel competitivo del plantel no estaba alineado con las aspiraciones del entrenador. La partida de Grimau subraya los desafíos persistentes del Dinamo, cuya crisis técnica y organizativa se arrastra desde hace años. Este episodio también refleja la importancia de equilibrar expectativas y recursos en proyectos deportivos ambiciosos, destacando cómo la colaboración y planificación adecuada pueden marcar la diferencia en momentos críticos.
