En una historia inspiradora, Lucas Huari, un exrecluso de 41 años, narra cómo su vida dio un giro inesperado tras aprender cocina en prisión. Su viaje comenzó cuando otro prisionero le sugirió inscribirse en la Escuela de Gastronomía Creer, un programa que capacita internos para insertarse en el mundo laboral al recuperar su libertad. A pesar de no tener conocimientos previos sobre cocina, Huari decidió dar ese paso y descubrió una pasión que cambió su destino. Hoy trabaja formalmente en la Alcaidía de San Martín, donde cocina para más de 200 reclusos. Además, comparte su oficio con su hijo Demian, quien también estuvo preso y ahora forma parte de esta nueva etapa familiar.
La transformación personal de Lucas Huari se remonta a sus primeros días en prisión. Proveniente de José C. Paz, donde tuvo una infancia estable gracias al apoyo de sus padres separados, su vida dio un vuelco cuando cometió errores que lo llevaron tras las rejas por primera vez a los 24 años. Durante esa década en prisión, enfrentó desafíos emocionales y existenciales, reflexionando sobre las decisiones que lo condujeron allí. Fue durante este período que tomó contacto con la Escuela de Gastronomía Creer, un proyecto innovador que ofrece capacitaciones profesionales a internos cercanos a obtener su libertad.
Este programa no solo enseña habilidades técnicas, sino que también prepara a los participantes para reintegrarse a la sociedad mediante valores como disciplina, responsabilidad y trabajo en equipo. Para Huari, la cocina se convirtió en un refugio y una fuente de propósito. "Hoy puedo decir que me gusta mucho lo que hago", menciona con orgullo, destacando su motivación por continuar formándose profesionalmente. Meses después de recuperar su libertad, obtuvo un empleo en la Alcaidía de Campana y posteriormente fue transferido a San Martín, lugar donde aún trabaja.
Una de las partes más significativas de esta reconstrucción es la relación restaurada con su hijo Demian. Ambos compartieron experiencias difíciles debido a la ausencia de Lucas durante gran parte de la infancia de sus hijos. Ahora, padre e hijo trabajan juntos en la misma cocina, permitiéndoles fortalecer vínculos rotos por años de separación. Demian, quien también enfrentó problemas legales en su juventud, encontró en la gastronomía una salida positiva, siguiendo el ejemplo de su padre.
El impacto del programa Creer trasciende individuos como Huari. Con más de 6.500 personas capacitadas hasta la fecha, este proyecto liderado por Samanta Sacaba busca reducir la reincidencia penal mediante la inserción laboral y el acompañamiento psicológico postprisión. La crisis de la libertad, un fenómeno común entre exreclusos, es abordado ofreciendo herramientas prácticas y emocionales para enfrentar la transición hacia la vida fuera de las cárceles.
Esta iniciativa ha captado la atención internacional, siendo adoptada por países como Paraguay, Uruguay y España. Su éxito se mide no solo en cifras, sino en historias como la de Lucas Huari, quien hoy vive plenamente su nuevo rol como cocinero y modelo a seguir para otros que buscan una segunda oportunidad. A través del aprendizaje y la dedicación, Huari y su familia han logrado construir un futuro lleno de esperanza y propósito.
Más allá de las barreras impuestas por el sistema penitenciario, Lucas Huari representa un testimonio vivo de cómo la educación y la perseverancia pueden transformar vidas. Gracias a programas como Creer, muchas personas tienen hoy la posibilidad de redimirse y contribuir positivamente a la sociedad, demostrando que nunca es tarde para cambiar.