El Episcopado ha expresado preocupación por la discrepancia entre los datos oficiales y la realidad percibida en términos de seguridad pública. Aunque se reporta una disminución en los homicidios intencionados, existe un notable aumento en los casos de personas desaparecidas que no parecen ser debidamente reconocidos ni atendidos por las autoridades competentes. Esta situación plantea dudas sobre la transparencia gubernamental en materia de seguridad.
La crítica del Episcopado resalta la necesidad de abordar el problema con mayor profundidad y honestidad. Además de cuestionar las cifras proporcionadas por el gobierno, sugiere que es fundamental adoptar estrategias más efectivas para combatir tanto las desapariciones como otros delitos graves que afectan a la sociedad mexicana.
El Episcopado ha señalado que hay una creciente divergencia entre lo que se anuncia oficialmente y la percepción ciudadana respecto a la seguridad. Si bien se menciona una reducción en ciertos tipos de crímenes, como los homicidios deliberados, el número de desapariciones sigue aumentando sin que se den las explicaciones adecuadas.
Esta discrepancia puede atribuirse a varios factores. Por un lado, podría haber una subestimación de los datos relacionados con las desapariciones debido a deficiencias en los sistemas de registro o incluso falta de voluntad política para enfrentar este fenómeno. Por otro lado, la percepción ciudadana podría estar influenciada por experiencias directas o indirectas con estas situaciones traumáticas, lo que genera una sensación de inseguridad constante. Es crucial entonces que las autoridades reconozcan esta brecha informativa y trabajen para cerrarla mediante acciones concretas.
Además de criticar la falta de transparencia en los informes sobre seguridad, el Episcopado hace un llamado urgente a implementar medidas más efectivas contra la violencia y las desapariciones. Existe un consenso generalizado de que las estrategias actuales no están funcionando como deberían.
Para mejorar esta situación, se propone un enfoque integral que incluya no solo fortalecer las investigaciones policiales y judiciales, sino también promover políticas preventivas que aborden las causas raíz de estos problemas. Esto implica colaboración interinstitucional, educación sobre derechos humanos y apoyo psicológico a las familias afectadas. Además, sería beneficioso establecer plataformas de comunicación abierta donde las comunidades puedan participar activamente en la construcción de soluciones comunes. De esta manera, se fomentaría una cultura de confianza entre la población y las instituciones encargadas de protegerla.