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El pasado fin de semana, un partido de fútbol entre equipos juveniles en La Torre de A Coruña se convirtió en el centro de una controversia tras las acusaciones de una madre sobre el trato recibido por su hija, una árbitra menor de edad. Esther Rey, la madre de Raquel, una árbitra de 13 años, denunció en redes sociales que su hija fue objeto de acoso y maltrato verbal durante el juego. Las declaraciones rápidamente generaron reacciones y debate tanto en medios como en la comunidad deportiva local.

La situación comenzó cuando Raquel, quien estaba dirigiendo un partido entre los equipos Victoria y Silva, enfrentó comportamientos inapropiados de algunos adultos y jugadores presentes. Según Esther, el delegado del equipo Victoria y miembros del banquillo del Silva mostraron conductas intimidantes y despectivas hacia su hija. Los comentarios y actitudes agresivas crearon un ambiente hostil para la joven árbitra, quien no se sentía segura ni respetada mientras realizaba su labor.

Los padres de los niños involucrados en el partido han respondido con indignación ante lo que consideran una difamación injustificada. Argumentan que no se les ha permitido expresar su versión de los hechos y que sus hijos están siendo injustamente señalados sin pruebas concretas. En un comunicado conjunto, expresaron preocupación por cómo la situación ha sido tergiversada y exagerada en los medios, afectando negativamente a sus familias y a los menores que solo buscaban disfrutar del deporte.

Aseguran que siempre han promovido el juego limpio y el respeto en todos los aspectos del fútbol, y enfatizan que cualquier forma de violencia es condenable. Sin embargo, sostienen que las acusaciones vertidas no reflejan con precisión lo ocurrido en el campo y que los términos empleados para describir los eventos son ofensivos e infundados, especialmente al referirse a niños tan pequeños.

Este incidente pone de manifiesto la importancia de abordar los problemas de respeto y educación en el deporte infantil. Mientras se busca una solución adecuada y justa, es fundamental garantizar que tanto los jóvenes árbitros como los jugadores puedan desarrollarse en un entorno seguro y positivo. El diálogo abierto y constructivo entre todas las partes implicadas será clave para superar esta situación y promover un futuro mejor para el fútbol juvenil.